“EL
DESIERTO”,
Un
Lugar de Amores
Para
la mayoría de los hijos de Dios hablar del “desierto”, es hablar de ese periodo
de tiempo en donde son probados, procesados, en
donde tienen dificultades y sienten a Dios lejano de sus vidas. Pero creo
firmemente, que esta idea proviene de un desconocimiento de lo que plantean las
escrituras con respecto al verdadero proceso que conduce el Padre celestial
para formar a Sus hijos.
Lo
primero que debes saber es que cuando el Padre decide iniciar un proceso en tu
vida, lo hace con los siguiente objetivos: formar tu carácter, llevarte a ser
una unidad perfecta con Él y con Su propósito y ayudarte a que se acabe la
división o guerra que existe entre tu mente y tu espíritu renacido, la cual te
conlleva a debilitarte y a alejarte del cumplimiento de tu encomienda en la
tierra, ya que las escrituras plantean que una casa dividida contra sí misma
nunca prosperará.
Ahora,
para el Padre realizar este proceso en ti y cumplir con Sus objetivos, utiliza tres
armas sumamente poderosas e infalibles. La primera arma con la que inicia el
proceso es Su Voz. Esta arma, te revela
Su verdad y Su voluntad para contigo, tiene el poder de despertarte y posicionarte
para que puedas ver y entender hacia donde te quiere conducir. Su voz, abre tu
oído espiritual para que escuches Su llamado, el cual te conduce a la intimidad con Él y a saciar la
sed de tu alma para que puedas entrar en un proceso de reposo y deleite.
La
segunda arma que Dios usa para procesarte es Su Poder. El objetivo de
manifestar Sus poderosas obras, es lograr que deposites tu confianza en Él y
sepas que puedes depender plenamente de Su amor, provisión y protección. Eso
fue lo que pasó con el pueblo de Israel cuando lo condujo al desierto después
de sacarlos de Egipto. Les mostró su mano poderosa para quebrantar ese sentido
de orfandad, rechazo y servidumbre que traían arraigado en el corazón y que les
impedía entrar a la tierra que les había sido profetizada.
Como
ves, ya te hable de las dos primeras armas, que aunque son poderosas y logran
procesarte no culminan el proceso de Dios en ti. Existe una tercera arma aún
más potente, y se trata del amor del
Padre. Así como escuchar Su Voz nos
conduce a Su intimidad y el ver Su poder nos conduce a caminar en esperanza y
fe, Su amor tiene el poder de conquistar nuestra voluntad, de enamorarnos para
que obedezcamos, no por miedo, sino por convencimiento. Su amor, nos deja ver
que Su voluntad es buena, agradable, pero sobretodo que es perfecta y es la que
necesitamos para vivir en plenitud. Esa
fue la dimensión en la que caminó el Mesías.
El Escuchó durante treinta años la voz del Padre que lo dirigió y le mostró los
secretos del Reino, experimentó también Su poder, lo que lo llevó a una plena dependencia. Más sin embargo, lo único que lo llevó a cumplir la plena
voluntad del Padre fue que conoció la profundidad de Su amor.
Ese
es el mismo llamado que te hace tu creador hoy, “ven al desierto conmigo y te
haré escuchar mi voz para despertarte y direccionarte, te mostraré mi poder
para que sepas que no hay otro en quien puedas confiar y depender, pero sobre
todo te mostraré mi amor para que me ames y disfrutes de mis amores…”
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