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¿A quién representas cuando Intercedes, a Dios o a los Hombres?

Entender nuestra posición a la hora de interceder es de extrema importancia. La pregunta que debes hacerte es: «cuando intercedo ¿a quién estoy representando? ¿A Dios o a los hombres?». Cuando haces un acto de intercesión puedes asumir cualquier posición de representación, pero si quieres ser un intercesor profético verdadero, entonces tu posición es representar al Padre delante de los hombres. En tu posición profética, tu trabajo es abogar, defender, intervenir, influenciar, batallar a favor del Padre y Su voluntad delante de los seres humanos. Tener otra posición te hace errar y apoyar la agenda paralela que crea el hombre, que está alejada totalmente del diseño divino.

Cuando tratas de interceder a favor de alguien sin conocer cuál es la voluntad del Señor para esa persona asumes una posición de representación equivocada. Desde esa posición tratarás de convencer a Dios de que obre a favor de la voluntad de ese ser humano, pero ese no es tu trabajo ni para lo que fuiste investido de poder. Me he encontrado con personas que, a través de la oración y la proclamación, están tratando de convencer y obligar a Dios a actuar de cierta manera a favor de los planes de otro ser humano. En esto, sin saberlo, muchas veces están haciendo oposición a los planes del Señor.

Yeshúa envió Su Espíritu para llenarte de poder y que puedas convertirte en Su testigo en medio de las naciones.

Entonces los que estaban reunidos, le preguntaban, diciendo: señor, ¿restaurarás en este y él les dijo: no os corresponde a vosotros saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad; pero recibiréis poder cuando el espíritu santo venga sobre vosotros; y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.

Así que lo primero que debes hacer para iniciar tu proceso de intercesión por alguna persona es definir la posición de representación que vas a asumir. Si es la de representar al Señor, entonces lo segundo que debes hacer es preguntarle a Él cuál es Su voluntad para esa persona y prepararte para anunciarla y hacer lo requerido para que esta sea establecida.

Para hacer bien este trabajo de representar al Señor delante de los hombres debes partir por tener un convencimiento profundo en tu interior de que la voluntad del Señor siempre es buena, agradable, perfecta y justa, es decir, necesaria para que haya reconciliación, redención salvación, restauración y restitución. Si no tienes muy en claro esto, cuando veas que la acción de Dios en una persona o una circunstancia no se ajusta a tu escala de valores del bien y del mal, tratarás de argumentar delante de Él para tratar de cambiar su voluntad, saliéndote completamente de tu injerencia y de tu rol como su representante.

No significa que porque tú no entiendas o no estés de acuerdo con la acción del Señor, sus decisiones, la metodología o sus propósitos en un momento dado, Él esté haciendo algo malo. Como su representante delante de los hombres, necesitas confiar que Él, en su carácter justo y saber que solo hará lo que es necesario para la redención del hombre y del planeta. 

La base para entender este punto y puedas cumplir con tu rol como representante del Señor, es que, bíblicamente hablando, Dios no es bueno, ni malo, Él es justo. Como dije anteriormente, los parámetros sobre el bien y el mal que tiene el hombre son muy diferentes a los parámetros del Padre eterno. Es por eso que constantemente en las Escrituras el Señor le dice a Su pueblo que sus caminos, no son sus caminos y sus pensamientos, no son sus pensamientos. Así que no trates nunca de calificar las acciones del Señor  como buenas  o malas bajos los parámetros de tu mente no renovada, que no está ajustada a la justicia del Señor. 

Cuando hablamos de la justicia, estamos hablando de la palabra hebrea tzedaká, que implica dar lo que es necesario. Darle a alguien lo que está necesitando. Es por eso, que  justicia delante de Dios no es darle a cada quien lo que merece, sino lo que necesita. Un ejemplo de justicia, fue lo que hizo el Mesías por la humanidad. No merecíamos  que el Señor muriera por nosotros, pero definitivamente lo necesitábamos.  Es por esto que su sacrificio, su entrega por amor, fue el  acto de justicia mas grande que se ha hecho por la humanidad. Él fue justo y nos hizo justicia, pagó el precio por nuestra redención para reivindicarnos. Su justicia, fue a favor de nuestra restauración. Así que cada ves que juzgues un acto del Señor, júzgalo según la justicia desde la perspectiva del Reino y no según tu escala del bien y del mal. 

Esto será crucial en estos últimos tiempos, cuando veamos los juicios del Señor sobre la tierra. Al ser humano no entender el fundamento de la justicia, muchos catalogarán al Señor como malo y maldecirán su nombre.   Si tú no quieres caer en la lista de quienes negarán al Señor porque su corazón se enfriará, asegúrate de renovar tu mente y ajustarla a los parámetros de la justicia desde la perspectiva del Padre eterno para que no llames malo a lo bueno y viceversa. 


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