Mi identidad es lo que me define. Son los rasgos que me caracterizan y me diferencian de otras personas. Es la conciencia que tengo de mí misma y cómo interpreto mi realidad. Es como la huella dactilar que me hace ser única y especial.
La identidad se forma en nuestra mente a lo largo de nuestras vidas, a través de las vivencias que tenemos, el entorno en el que estamos sumergidos, la cultura en la que crecemos, la información y la formación que recibimos. Pero existe un factor determinante en la formación de la identidad que la mayoría de los seres humanos no toma en cuenta por falta de conocimiento y que genera una distorsión y gran confusión en el hombre. Lo que pasa es que nuestro espíritu ya tiene una identidad y un propósito codificado desde su creación, pero al estar separado del Padre celestial está dormido. De esta manera, no puede recordar quién es y no puede suministrarle esa información a la mente, dejándole sin la pieza más relevante y necesaria para que cree una identidad correcta sin distorsiones. Mientras que nuestro espíritu no recuerde quien es, nuestra identidad no será la correcta. Es como tratar de armar un rompecabezas con piezas faltantes.
Cuando recibes a Yeshúa como tu gobernante y aceptas el pacto de redención, pasa algo poderoso, y es que tu espíritu despierta del sueño profundo en el que ha estado y pasa por el proceso de nacer de nuevo, es decir empieza a recordar quién es y cuál es el propósito por el que fue enviado a la tierra.
A partir de ese momento, comienza un proceso de transformación profundo y poderoso en tu mente, porque le empiezan a llegar las piezas de información que le faltaban y, de repente, puedes ver un panorama diferente y mucho más completo de quién eres, qué tienes, qué puedes lograr en el mundo espiritual y físico, te empuja a revalorar todo lo que estás haciendo, al igual que el cómo y para qué lo haces.
Es en ese momento comienza lo que llamamos bíblicamente una restauración en tu vida, es decir, un proceso de alineamiento o retorno a tu verdadera identidad y al propósito para el que fuiste creado.
En mi viaje para transformarme en una intercesora profética encontré que unos de los aspectos fundamentales absolutamente necesarios eran conocer, entender y aceptar mi verdadera identidad, porque descubrí que ella es la columna vertebral del ser humano, que te sostiene, te guía, te da firmeza, estabilidad y, lo más importante, define tu propósito de vida.
De la misma manera, conocerla y abrazarla es lo único que te permite sostenerte en pie y avanzar en medio de todas las circunstancias que se presentan en tu caminar.
La revelación de tu identidad proviene de tu espíritu
Cuando recibes la revelación acerca de quién es verdaderamente tu espíritu la creación de Dios en ti te sorprende y te maravilla, tanto que incluso podrías no comprenderlo o desmeritarlo. A mí, personalmente, me costó muchos años entender quién era en mi espíritu, porque lo que generalmente veía de mí misma era mi humanidad, mis debilidades, incapacidades, mis luchas internas, mis fallas, defectos y principalmente lo negativo que otros decían de mí. Esta ceguera espiritual no me permitía ir más allá ni avanzar, y se convirtió por mucho tiempo en un obstáculo tremendo para aproximarme a mi propósito.
En un momento de mi vida tuve una afectación emocional y psicológica muy intensa, tanto que las evidencias de que algo necesitaba cambiar explotaban al frente de mí. Fue entonces que entendí y decidí pedirle ayuda al Señor.
El día en el que mi angustia llegó a un límite le pregunté a mi Padre celestial los cuestionamientos que me rondaban de día y de noche: «¿Qué me pasa?, ¿qué está mal conmigo?, ¿por qué soy tan inestable, débil y no puedo avanzar en mi vida?». Pensé que su respuesta me confirmaría todo lo malo que yo pensaba de mí misma, pero la verdad es que me sorprendió profundamente.
Dios me dijo: «Tu problema es que no conoces tu identidad espiritual, no sabes quién eres». ¡Te imaginarás mi sorpresa! Aunque al mismo tiempo tuve un poco de confusión, porque, aquí entre tú y yo, no sabía de lo que Él me estaba hablando.
Sus palabras claras y propicias me golpearon en forma positiva, generaron en mí un despertar, así que creció dentro de mí una curiosidad por descubrir lo que estaba detrás de mi identidad y de la contundencia con la que me respondió. Mis preguntas cambiaron y empecé a indagar en lo que había recibido de parte de Dios, porque necesitaba escuchar más su voz y entender para poder dejar de ser lo que hasta ese momento estaba siendo.
Las preguntas se transformaron en: «¿Cuál es mi identidad espiritual?, ¿cómo la encuentro?, ¿cómo puede esta revelación cambiar mi vida? Cuando empecé este cuestionamiento en lo profundo de mi espíritu, y en comunicación con Dios, ocurrió algo profundamente interesante, y fue que las respuestas no venían desde fuera, no recibí el mensaje de alguien más ni lo entendí porque lo vi reflejado en alguna parte, sino que venía desde mi interior. Fue como si algo dentro de mí se despertara y empezara a hablarme y a mostrarme algo que estaba ahí, pero que no me había sido obvio anteriormente.
Mi indagación hacía que las respuestas emergieran a la superficie. Fue como si una fuente se abriera dentro de mí y me llevara a un entendimiento de lo que ya había sido puesto en mi interior desde que fui creada. Te invito a que hagas lo mismo, comienza tu indagación, haz las preguntas correctas y te sorprenderás que no tardarás en tener las respuestas que estás necesitando. Te dejo este texto bíblico que a mi me ayudó tanto. Jeremías 33:3 "Clama a Mí , y yo te responderé y te enseáré cosas grandes y ocultas que tú no conoces"
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